Los antibióticos tienen que estar prescritos por un médico. El hecho de necesitar receta es debido a que, por desconocimiento, podríamos tomar antibióticos para una infección en la que los antibióticos no están indicados. Así, no solamente no resolveríamos  la infección, sino que contribuiríamos a que las bacterias se hagan resistentes a esos antibióticos, y dejen de ser eficaces.

Aunque te sientas mejor, el no concluir el tratamiento indicado por el médico en cuanto a dosis, horarios de toma y duración podría provocar, no solamente que la infección no se cure y pueda reaparecer de forma más agresiva, sino que las bacterias se habitúen a los antibióticos y estos dejen de ser eficaces para curar esas infecciones.

Con agua limpia y jabón frotando todas las superficies, el espacio entre los dedos y debajo de las uñas, al menos durante 20 segundos. Así eliminaremos los microbios y ayudaremos a prevenir infecciones al tocarte los ojos, la nariz y la boca sin darte cuenta.

No deben utilizarse antibióticos sobrantes, ya que no tenemos criterio para saber si ese antibiótico que nos recetaron en una ocasión es válido para la situación actual. Por eso es importante no guardarlos sino despostarlos en el punto SIGRE, el contenedor blanco ubicado dentro de las farmacias cuya función es la recogida de los restos de medicamentos.

A pesar de la gran oferta de contenidos en salud que hay publicados en Internet, no todos son fiables. Es importante aprender a identificar qué contenidos son relevantes. Y consultar siempre al médico.